¿POR QUÉ NO COMPRENDEMOS LO QUE LEEMOS?
La lectura no es un sistema natural del cerebro, es un
proceso complejo que requiere un desarrollo, una preparación y acompañamiento,
además está sujeto a la maduración de los sistemas neuronales comprometidos en
dicha capacidad.
La comprensión lectora permite acceder de modo eficiente a
todo tipo de textos en los más variados soportes, desde la lectura de un aviso
publicitario en la calle hasta un artículo académico en formato digital. Para
acceder a su comprensión, el lector inicia un proceso de lectura que involucra
un conjunto de estrategias, que le permitirán obtener, evaluar y utilizar la
información de esa variedad de textos.
Para planificar experiencias educativas destinadas a
promover la lectura, se debe considerar una triple dimensión: enseñar a leer, a
disfrutar la lectura y leer para aprender. Esta propuesta coherente con las
definiciones acerca de la competencia lectora que actualmente se manejan.
De acuerdo a E. Sánchez Miguel de la Universidad de
Salamanca, existen diversos datos que muestran la existencia de importantes
diferencias entre estudiantes con baja y estudiantes con alta capacidad de
comprensión, y estas diferencias se dan justamente en diversos niveles de
lectura, en ámbitos como: memoria de trabajo, conocimientos sobre las
regularidades del texto, estrategias específicas y metaestrategias. Para
Sánchez, los estudiantes con baja comprensión lectora son estudiantes que “han
aprendido a leer, pero no aprenden leyendo”. Los alumnos pueden comprender un
texto, pero no siempre podrán aprender del texto.
Diversos estudios demuestran que uno de los problemas que
tienen los estudiantes con baja comprensión lectora es el trabajo con la memoria
operativa, es decir, la capacidad para retener datos mientras la tarea se está
realizando. Una capacidad que es esencial para conectar ideas entre sí,
construir las macroestructuras o hacer inferencias relevantes para conectar
proposiciones.
Otro problema detectado en estudiantes de baja comprensión
lectora está relacionado con los conocimientos. Muchos estudiantes no conocen
ciertas características propias de los textos que son necesarias para
desentrañar las relaciones entre las ideas.
Por ejemplo, un estudiante que se enfrenta a la lectura y
comprensión de un texto argumentativo, si conoce la estructura y la intención
comunicativa que subyace en este tipo de texto, podrá relacionar las funciones
de las ideas presentes, se focalizará en la tesis del autor, podrá diferenciar
los argumentos y como estos se articulan para apoyarla, identificará los recursos usados por el autor para lograr el propósito comunicativo que es
convencer al estudiante. En este caso, ellos no saben aprovechar las claves que
el propio texto sugiere. Al parecer los estudiantes capacitados reconocen la
organización subyacente de los textos y la usan para ordenar e interrelacionar
la información en la memoria.
Los resultados de diversos estudios parecen comprobar que
este problema se va solucionando a medida que avanza la etapa escolar, lo que
lleva a la conclusión de que la experiencia con la lectura es determinante para
que el estudiante vaya acercándose a reconocer el patrón organizativo de los
textos “si alguien lee poco, entonces tendrá menos posibilidades de aumentar su
competencia, lo que le llevará a leer menos, es decir, se presenta un círculo
donde la causa y la consecuencia se confunden al igual que lo que pasa con la
relación entre la comprensión lectora y el fracaso escolar, donde la mala comprensión
lectora sería un efecto del fracaso escolar, aunque también su causa.”
*Información extraída del
libro: Brainbox by Cerebrum. Tomo VI. EL CEREBRO EN EL MUNDO DE LAS LETRAS Y
LOS NÚMEROS. Página 6.