Durante los últimos años, los problemas emocionales
en los niños pequeños se han convertido en una gran preocupación para los
educadores, padres y otros. Estamos presenciando un creciente número de niños
que están excesivamente enojados o tristes; o igual de preocupante, que apenas
parecen experimentar emociones positivas tales como la curiosidad, el interés o
incluso la felicidad.
Es difícil decir por qué está ocurriendo esto, pero
en parte puede deberse a la velocidad del cambio en nuestra sociedad. El
crecimiento de la urbe trae consigo todo tipo de presiones físicas y
psicológicas que estresan a los niños y sus familias. También existe una
creciente preocupación relacionada con la gran cantidad de estímulos visuales,
auditivos y sociales que experimentan los niños, en particular en entornos
urbanizados; la falta de experiencias basadas en la naturaleza; la disminución
de ejercicio y los deportes organizados e improvisados;
patrones familiares cambiantes y escasas actividades de ocio; así como, la
exposición a temas emotivos alarmantes en los medios de comunicación.
Ahora que estamos próximos al inicio del año
escolar, revisemos lo anterior y recordemos que existe una relación muy
estrecha entre el estado emocional del niño y su capacidad de aprender, si un
niño está deprimido, asustado, ansioso, enojado, frustrado o avergonzado, será
muy difícil, si no imposible, que se concentre. Por el contrario, mientras más
tranquilo, feliz, seguro, curioso, confiado e interesado esté el niño, mejor
aprenderá.
Adaptación de Calma, Atención y Aprendizaje. Estrategias
para la autorregulación en el aula. Stuart Shanker (CEREBRUM, 2013)
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